Entre el Amor y el Odio
Por Mirtha Atacho|09 de octubre de 2023|Ig: @mirthagatacho
Un aspecto que me dejó en shock cuando comencé a sanar mis heridas de la infancia fue: "la persona que más amas también puede ser la que más odias".
Mi niña necesitó una herida de rechazo para venir aquí a evolucionar. Lo curioso de esa personalidad es que, se le hace muy fácil odiar, se crea incluso antes de nacer y hacia el cuidador del mismo género; la mayor diferencia entre está herida y la de abandono. Así que, para mí fue chocar contra una idiosincrasia: “odiar a mamá”… ¿Cómo es eso posible?
Quiero recordarte que, la herida de la infancia es la personalidad de cuerpo y mente que elige el espíritu para poder expresarse de manera satisfactoria en el mundo terrenal, en función de su plan existencial, su aprendizaje y su propósito. Por lo tanto, nada es coincidencia, nada es casualidad en la experiencia de vida de cada espíritu. Y, esto aplica a todos en el plano material, nadie escapa a esto porque la consciencia es la única que se manifiesta realmente aquí.
El mundo existencial de cada espíritu se va manifestando según ha sido planificado por su chispita, su propia partícula de consciencia; así, todo a su alrededor está dispuesto para el aprendizaje, incluso sus relaciones, siendo estás fáciles o difíciles.
La relación entre un hijo rechazado con su progenitor del mismo género es tortuosa. El niño siempre va a sentir que éste lo odia, no es suficiente para él, pero depende emocionalmente de él. Desea su aprobación, más que todo desea que esa persona acepte que existe. Porque el rechazado siente que no existe o que no debería existir.
Esto es, la personalidad que escogió ese espíritu para poder lograr su propósito aquí -razón por la cual, considero que es muy importante integrar al niño herido-; pues, comprender la forma en que nos relacionamos con el mundo a nuestro alrededor, nos ayuda a comprendernos a nosotros mismos.
Me negué a entenderlo y, por supuesto el Universo siguió enviándome señales para que viera lo equivocada que estaba al tratar de ignorar la evidencia.
Por mucho tiempo, traté de entender el por qué “solo por pensar o ser diferente la gente me rechazaba”. La configuración de la personalidad es el plano mental del ser humano.
Por lo tanto, antes creía que, mi ropa, palabras, acciones, todo lo que yo pensaba que era; puesto que, nos identificamos con nuestra personalidad pero no somos ella; iba en contra de la percepción de la gente. Creía que todos me odiaban, odiaban lo que yo era. Ahora bien, mi propósito aquí es conocer el Amor Infinito del cual emanamos todos, lo contrario a eso, es el odio a uno mismo, y el miedo a manifestarse como el “uno mismo” que realmente soy”. Cuando odiamos algo de otra persona, ser o cosa, no lo odiamos en él o eso como tal, odiamos esa manifestación en nosotros mismos.
El mundo que creé para mí, se basaba en esa herida, y obviamente, mi sufrimiento partía de allí, de vibrar dentro de un espectro de odio hacia mi misma. Porque resulta que, no era tanto el sentir odio hacia mi mami sino que me odiaba a mi misma, por principio de correspondencia.
Ahora bien, sé que la mayoría de las personas ven las cosas lineales. Sin embargo, como digo en uno de mis libros, desde mi perspectiva todo es circular, cuando sobrepasas el extremo positivo llegas al extremo negativo. No sé si logren verlo, pero así es como me lo imagino.
Entonces, al amar demasiado a ese progenitor de mi mismo género pero sentirme rechazada, cruce hacia el polo negativo, comencé a odiar. Hoy entiendo muchas cosas de ella y he aceptado que solo se manifiesta de la manera en que lo hace porque ha venido a apoyarme a integrar una herida que tal vez pospuse en aprendizaje y posiblemente, sea la última que me falta por experimentar.
Además, entendí que la forma menos evidenciada de odiar es amar demasiado, porque entre nuestras creencias y todo el sufrimiento que ellas mismas nos causan, no logramos visualizarla. Los extremos son malos; pues, en este plano nos manifestamos entre positivo y negativo (principio de polaridad) cuando ya no hay positivo pasamos a lo negativo y viceversa. El equilibrio está en ser un maestro gestionando nuestras emociones y saber llevar nuestra percepción a la isla del Tonal y del Nagual; procurando siempre comprender que nada nos daña realmente, sino que todo lo experimentamos para crecer como espíritu.
Obviamente, para muchos va a parecer un pecado causante del peor castigo y de la ira de Dios lo que expongo, pero es la realidad. Muchos no nos damos cuenta que odiamos a la persona que más amamos, porque nos hemos creído que hay personas que obligatoriamente están excomulgadas de esa emoción “tan maligno”, o creemos que somos incapaces de tal cosa tan horrible.
Nos encanta decir: “del amor al odio hay un paso”, pero sin evidenciar que, eso incluye a las personas que creemos amar por encima de todo. La dificultad está en las creencias. Cuando, indiscutiblemente, aceptamos que las emociones son buenas y malas, nos negamos la oportunidad de reconocer el mensaje que traen para nosotros, el aprendizaje que nuestro espíritu organizó para que integráramos el sufrimiento que ya cumplió su cometido y se debe soltar.
No está mal odiar a alguien, lo malo es no tratar de integrar la herida que te llevo a odiarle. Si logras observar que odias a alguien o algo, vas por buen camino; ahora te toca buscar herramientas que te permitan visualizar de dónde sale esa emoción. El grado de intensidad de una emoción es lo que nos causa daño; por ejemplo, la duda no es mala, pues es la mayor herramienta de autodescubrimiento, pero cuando la duda es de un grado muy alto, llega a ser incapacitante, no te permite avanzar al siguiente paso.
Como diría un estoico: no es lo que sucede lo que nos causa dolor sino la percepción de eso. La forma en que ves las cosas es lo que generalmente te hace sufrir, debemos entender que, las emociones nos muestran lo que hay en nuestro subconsciente, aquello que no logramos ver, el lugar oscuro de nuestra alma –vean que no digo espíritu porque son dos cosas distintas-; y, lo hace para que podamos ir allí e iluminar el lugar, llevar luz a donde hay oscuridad en ese cuartito de chécheres que guarda todo sin discriminar.
Un par de cositas más, para finalizar, primero, sincerarse es parte de la integración, si dejamos de escondernos de las heridas y comenzamos a vernos con compasión a pesar de ellas, lograremos desempolvar a nuestro verdadero ser; la impermanencia nos enseña que todo cambia a medida que nos movemos; como todo está en vibración constante nada es exactamente igual a como fue hace una milésima de segundo, ni siquiera yo.
Segundo, ¿Por qué hablo de integrar y no de sanar? En mi experiencia no hay nada qué sanar, todo es perfecto porque la personalidad fue escogida en función del aprendizaje y el propósito del espíritu; así que, nos queda volver a la unidad, somos un todo que aceptó la idea de separación que nos vende a diario el mundo, vinimos a integrar todo para volver a ser la consciencia que se experimenta individualizadamente.
Con Amor Infinito, Mirtha
Comentarios
Publicar un comentario