Ir al contenido principal

La Inocencia: El Mayor Miedo del Adulto

La Inocencia:

El Mayor Miedo del Adulto


En estos días me he estado preguntando ¿por qué los adultos nos empeñamos tanto en cambiar al niño? Deseamos adaptarlo, sobreprotegerlo, corregirlo, esperamos que sea como nosotros, para que nadie logre hacerle daño; que pueda protegerse a si mismo y guardarse de las lecciones que han de acercarlo a su desarrollo emocional.

He visto con intriga cómo los adultos intentamos con mucho ahínco que los niños cumplan con el todo lo que conocemos como "normal"...
Ya debería saber hacer esto... A ésta edad hay que enseñarlos a... Debo protegerlo, porque el pobrecito no puede solo...
Como maestra he aprendido que, no nos desarrollamos al mismo tiempo, con la misma rapidez ni de la misma forma; creo, deberíamos enseñarle eso a los padres de nuestros niños para que no los carguen con tanto estrés por no ser como nosotros esperamos de ellos. Empero, más allá de esto, hay otra variante, cuando creemos que nosotros estamos para evitarles el dolor, el sufrimiento o el aprendizaje a nuestros niños, cuando consideramos a las personas como agentes de maldad que vienen a hacerle daño a nuestros niños porque así nos ha pasado a nosotros. Debo decir que, ese es un pensamiento que esconde una gran irresponsabilidad por nuestras acciones, decisiones y pensamientos.

Culpar a otros por lo que hemos pasado o simplemente creer que "la gente es mala y si te pasas de inocente te van a dañar" es un error; ese pensamiento nos lleva a pensar en el mal, a tener miedo, a poner nuestro poder en manos de otros, porque si pueden hacernos daño es porque nosotros le hemos dotado de la capacidad de hacerlo. Consciente e inconscientemente la vida es una decisión, por lo cual toda ella es un proceso que funciona a partir de la toma de decisiones, si alguien hace un chiste, tu decides si reírte o no; estas constantemente decidiendo qué hacer, cómo actuar, qué pensar, cuándo ir, aun cuando no te das cuenta. Incluso, hacerle daño a otra persona es, una decisión. En mis libros siempre les recuerdo:
"No hay personas malas, sino personas que toman malas decisiones"
Los adultos tomamos muchísimas más malas decisiones que los niños, aun con su inocencia a flor de piel. Los adultos vivimos en la ilusión de que sabemos mucho cómo es la vida, porque hemos pasado por mucho en nuestra experiencia; más, en vez de aprender como lo haría un niño que, en su curiosidad intenta tocar el fuego y se quema, dándose cuenta así de que si coloca muy cerca alguna parte de su cuerpo al fuego se hará daño y que debe evitarlo por su bien, creándose inconscientemente la idea de responsabilidad por sus acciones, decisiones y pensamientos; nosotros culpamos al fuego por quemarnos y decidimos tenerle miedo. El niño se acercará al fuego con cautela, porque le siguen llamando la atención los colores, la forma, el calor; los adultos o nos alejamos con temor o nos quedamos a quemarlos por completo.

La realidad es que, los adultos estamos condicionados para no hacernos responsables de nuestras acciones, decisiones y pensamientos que, son el pan diario de toda nuestra experiencia de vida; hemos perdido la inocencia propia de probar y aprender, del ensayo y error; nosotros ya no queremos equivocarnos, queremos estar protegidos, el dolor nos ha hecho incapaces de mirar la vida desde una consciencia más abierta y expandida. Ahora conocemos lo que sucede cuando hacemos... y no hay cabida para que suceda algo distinto.

Perder la inocencia nos ha cerrado la puerta al mejoramiento a través de la experiencia. Entonces es, cuando nos dejamos llevar por una necesidad imperante de evitarle daños, vergüenzas, tristezas, sufrimientos, penas y demás a los niños. Desde nuestra perspectiva, esta garantizado que alguien lo va a dañar, le va a destruir su esencia, lo va a cambiar; y, en ese caso, debemos evitarlo, hacerlo fuerte, que haga las cosas como nosotros, porque nos ha ido bien haciendo lo que hacemos para cuidarnos de los demás; le infundimos temor, miedo, "viveza", le enseñamos a estar siempre a un paso de los otros, a esperar lo peor de las personas, que ser inocente está mal, olvidamos que el Maestro Jesús dijo a sus discípulos:

Les aseguro que el que no reciba el Reino de Dios como un niño, de ninguna manera entrará en él.
Marcos 10:15-16
Estas palabras, tienen un significado tan simple como: recibir la chispa del Creador que yace en nosotros, oculta por la sombra de la personalidad humana, requiere ser tan inocente como un niño. No puedes ver tu chispa sin hacerte tan puro y transparente como el agua.

Entonces, como adulto, necesitas evidenciar lo que hay en tu mente, todo lo que llevas acumulando en tu experiencia, prejuicios, creencias, costumbres; verificar si son realmente tuyas o ¿de quién son? averiguar si te sirven en el estado de consciencia que has alcanzado y despojarte de aquello que ya no sea beneficioso para ti. Una forma de filtrar es, darte cuenta de que aquello que quita la responsabilidad de tu vida de tus manos, no hace más que causarte sufrimiento; por ejemplo, si necesito que me amen, que me acepten, que sean como espero, que cumplan mis expectativas, que me den lo que quiero; para yo estar cómodo, feliz, tranquilo.

Me pregunto entonces: ¿Son los niños o nosotros los adultos quienes necesitamos modificar nuestras pautas de vida? La ley del espejo de Carl Jung revela que: "Aquello que deseamos cambiar en el otro es algo que nos molesta de nosotros mismos". Con frecuencia me doy cuenta de que, cuando quiero cambiar algo que me exaspera de otro, es mi propia consciencia invitándome a observar dentro de mi que eso, que tanto aborrezco, se encuentra en el fondo, mezclado entre tantas personalidades que me cree para protegerme. Indudablemente, es necesario, entrar en nosotros, volver la vista a nuestro interior y evidenciar que todo se trata de nosotros, de que tratamos de cuidarnos de sufrir, de que tenemos miedo, de que tenemos creencias que ya no están funcionando para nosotros.


Querer cambiar a un niño es evidencia de que nuestro niño interior se está reflejando en él, está pidiendo a gritos que sanemos, que nos liberemos y nos emancipemos de todo lo que nos ha llevado a tomar decisiones equivocadas; pero sobre todo, a entender que la decisión más acertada es, vivir como aprendiz en vez de como víctima. Así, cuando tengamos nuestros hijos, cuando estemos a cargo de niños, cuando haya un niño al que enseñar a vivir plenamente su vida, nos comenzaremos a preguntar:
¿Y, si le enseño que no existe nadie que pueda dañarlo?
Si le enseño a creer que, la gran mayoría sino todas, las personas a su alrededor vienen a ayudarlo a crecer, que debe poner límites sanos y aprender a alejarse de quién no tiene nada productivo que ofrecerle. Si le enseño a creer en si mismo, a reconocer sus emociones para que le sirvan de termómetro ante circunstancias y personas y, así poder reconocer si le están mostrando algo que debe integrar o solo son atraídos por su bondad y buena voluntad.

Existen personas con heridas tan profundas que, han desarrollado una personalidad incapaz de darse cuenta el daño que le causan a otros o que a veces lo hacen deliberadamente; sin embargo, son esas personas las que nos enseñan aquello que no aprendimos en la infancia: "poner límites", "desapegarnos", "respetarnos", "valorarnos", "conocernos mejor", "confiar en nuestra intuición" y, muchas otras actitudes, acciones y decisiones que nos permiten mantener relaciones más sanas; así como, elegir personas cercanas más acordes a nuestra realidad interna.

Es por eso que me pregunto, ¿Qué pasa si al niño le enseño que nadie puede dañarlo sin que él lo permita? Si le enseño que, las personas vienen y nos enseñan como reflejo las heridas y creencias erradas habitantes de nuestro mundo interior; y queda de nuestra parte hacernos conscientes de ellas, aprender y decidir qué relación vamos a mantener con esa persona. Si decido enseñarle que no está obligado a quedarse al lado de una persona, aunque sea familiar, cuya actitud, acciones o decisiones le causen daño. Si le enseño que lo más importante es su bienestar, por encima de todo. Si le enseño a hacerse responsable de sus pensamientos, emociones y acciones de manera que sea el quien pueda regular todo su interior, además de, respetar, considerar, valorar y amar sin condición alguna a las personas.

Y, sobre todo, si le enseño que debe tomar lo que el otro viene a entregarle, aun con dolor, agradecer y perdonarse.
"Todo lo que nos hiere, es lo mismo que nos negamos a soltar".
Quisiera además recordarte, que todos estamos aquí para aprender, y no debemos, de ninguna forma evitar que los otros aprendan; reconocer que, en esta Tierra aprendemos con dolor y sufrimiento, nos permite darle la vuelta a todo; dejamos de sentir el dolor como un mal y lo vemos como una oportunidad de crecer. Aquí vamos todos, de una u otra forma creciendo de la mano, lo que no se aprende se repite hasta que lo asimiles; así que, si le evitas el dolor a alguien sin que esa misma persona aprehenda lo debido, solo estás haciendo que repita la lección en otro momento. Como dijo Carl Jung:
"Aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de la vida fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido. Lo que niegas te somete; lo que aceptas te transforma"

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Sintonízate con lo Positivo

Sintonízate con lo Positivo Aprende a dominar tus partes inferiores "Habéis consentido que vuestros súbditos rebeldes mantengan al rey apartado de su trono; habéis estado permitiendo que el reino mental sufra el desgobierno de facultades irresponsables... Sois capaces de reafirmar vuestro control sobre cualquier emoción, apetito, pasión o pensamiento gracias a la reafirmación de la voluntad". William Walker Atkinson - La Ley de la Atracción Existe un mar mental al que los seres humanos estamos unidos, gracias a la fuerza propia de nuestro pensamiento. Así pues, la intensidad de los pensamientos que llegan a nosotros no solo vienen de otra u otras personas desde diversas direcciones sino que además, tienen que ver con el trayecto de este, con su tonalidad (Positiva o Negativa), y para que podamos sintonizar con ellos, es necesario que, estemos en la misma frecuencia de esos pensamientos. Entonces, nuestros pensamientos son el reflejo de la tonalidad a la que siempre estamos si

Estás Contratado

¡Estás Contratado! Las Heridas de la Infancia (Parte 4) Por Mirtha Atacho | Blog Personal | 23 de julio de 2023 Te has autocontratado... ¡Así es! Hace mucho tiempo estableciste un contrato contigo mismo para no volver a sentir un dolor, cuyo sufrimiento te rebasó. Ese contrato te obliga a reaccionar y accionar de la forma en la que esta establecido que debes hacerlo, no debes cambiar porque estarías incumpliendo con las estipulaciones del mismo, y eso, es lo que, realmente crees que te causará sufrimiento. Inconscientemente sientes que, lo que te causa sufrimiento es llevarle la contraria al contrato que has hecho contigo mismo; por eso, desvincularte de él es tan difícil y doloroso. Hubo un momento en tu infancia, en el que no fuiste capaz de manejar el dolor causado por cierta circunstancia de tu experiencia, ante tanto sufrimiento y con tu mentecita de niño, viste imposible el manejarte en otra oportunidad ante tal situación, ¡SERÏA IMPOSIBLE! volver para pasar por eso, así que, est

La Fuente de la Creación

La Fuente de la Creación  Las Heridas de la Infancia (Parte 3) Por Mirtha Atacho | Blog Personal | 22 de julio de 2023 Pensar es creer. Pensar con frecuencia en algo, es crear. Aquello a lo que le prestas atención se vuelve real. ¿Por qué atraemos a personas con nuestras heridas? Me han preguntado. La respuesta es, porque estamos todo el tiempo pensando, de forma imperceptible e inconsciente en ellas, cómo nos sentimos, lo que no nos gustaría volver a sentir, lo que nos ha costado tanta energía socabar y sepultar en nuestro interior; más, hemos creído que, han desaparecido pero siguen emitiendo frecuencias atrayendo hacía nosotros aquello que nos hará sentir de igual manera, aquello de lo que necesitamos ocultarnos, de esa forma, hasta nos aseguramos a cada momento del ahora, de que la herida, el dolor y el sufrimiento permanecen ocultos y presentes a la vez. ¡Mis afirmaciones parecen no funcionar! No lo hacen cuando nuestra atención sigue en lo externo, lleva tu atención al interior,